Nunca más oportuno desde esta tribuna que dar unas pinceladas de los retos a los que han tenido que hacer frente los fabricantes de queso españoles a lo largo de esta década que termina y que no hacen más que ponernos en la línea de salida para afrontar los retos, no menos desafiantes, que se vislumbran para los próximos años.
Javier de Miguel Santos, presidente de la Asociación Nacional de Fabricantes de Queso
En mi opinión, ha sido una década francamente difícil, como consecuencia de la profunda transformación que ha sufrido el sector lácteo en general y el sector quesero en particular. Hemos asistido a cambios sin precedentes del marco regulatorio a nivel de la Unión Europea, que se ha trasladado a nuestro país con mayor rapidez e intensidad si se quiere. Si a esto añadimos lo convulso del marco de relaciones comerciales en el plano internacional, junto con la transformación de los modos y modelos del consumidor y, consecuentemente, de los modos y modelos de la distribución minorista, el sector ha tenido y tiene frente a sí un cambio de escenario que va más allá de una situación coyuntural más o menos favorable.
Sin embargo, tenemos que decir que el sector en general ha aceptado el reto de adaptación continua que requieren estos cambios y, con esfuerzo y recursos, está listo para aprovechar las oportunidades que siempre aparecen con cualquier cambio de entorno.
A pesar de los augurios que profetizaban la desaparición en España de la producción de leche de vaca, ante la orientación hacia el mercado de la política láctea europea, cuya expresión más visible, pero no la única, es la finalización del sistema de cuotas de leche cuya asimetría frente a nuestros competidores europeos ha sido el mayor lastre que ha arrastrado el sector lácteo español, hoy en día, los ganaderos españoles son capaces de producir cerca de 7,2 millones de toneladas de leche de vaca, es decir, un veinte por ciento más que a comienzos de la década. A estos hay que añadir 515.000 toneladas de leche de oveja y otras 480.000 toneladas de cabra, todas fundamentales e imprescindibles para el futuro de nuestra industria quesera.
Dichos datos de producción de leche, de las tres especies, y en volumen suficiente, es una característica diferencial y fundamental de nuestro país a nivel europeo, que nos permite competir y ganar mercado con nuestros vecinos con unos productos diferenciados y de gran calidad.
A partir de esta materia prima, hemos pasado de producir 300.000 toneladas de todo tipo de quesos, sin tener en cuenta los fundidos, a comienzos de la década, a producir 475.000 toneladas en 2018, último ejercicio del que el MAPA dispone de datos totales.
Es decir, un crecimiento del 60 por ciento, y eso en un entorno de descenso generalizado del consumo de leche líquida y productos lácteos en España del seis por ciento en ese mismo periodo, pero en el que los quesos comienzan a tener un comportamiento positivo a partir de 2015, con un crecimiento del tres por ciento durante estos últimos tres años. Pero, con todo ello, nuestro mercado interior sigue siendo abastecido, en más de un 35 por ciento, por importaciones procedentes de nuestros vecinos europeos, la mayoría de las cuales llegan a nuestro país a precios que, en nuestra opinión, no pueden ni si quiera cubrir el coste de la materia prima a los precios que dicen pagar a los ganaderos de sus países de origen.
Este fenómeno, del que luego comentaremos, junto con la utilización de la leche de consumo, y actualmente los quesos como producto de atracción de consumidores por parte de la distribución, representa la mayor fuente de destrucción de valor para toda la cadena láctea. No olvidemos que los quesos absorben ya cerca de la mitad de la producción lechera española. Como indicamos esta nueva práctica de la distribución, llevada a cabo desde comienzos del 2014, de la utilización de los quesos de mezcla y oveja como productos reclamo en los lineales, está originando una pérdida de valor en toda la cadena, que llega a afectar gravemente a las cuentas de explotación de las industrias y ganaderos productores, impidiendo a estos eslabones, innovar, crecer e invertir en I+D+i, al estar preocupados principalmente en subsistir.
En efecto, en España importamos en torno a las 300.000 toneladas de queso, procedente, en su práctica totalidad, de la UE, y de las cuales más de la mitad entran a un valor unitario en frontera de entre 2,50 y 3,50 euros el kilogramo, convirtiéndose los quesos poco diferenciados del norte de Europa, en el drenaje de sus excedentes de leche en los momentos difíciles del ciclo lácteo.
¿Cómo pudo exportar Alemania 19.000 toneladas de Edam a 2,40€/kg o 9.000 toneladas de Gouda a 2,67 euros el kilogramo en el año 2016? O ¿cómo pudo exportar Francia 2.200 toneladas de Cheddar a 2,69 euros el kilogramo en 2016? O ¿cómo pudo exportar Holanda 21.000 toneladas de Gouda a 3,23 euros el kilogramo durante el pasado 2018? Una simple división nos llevaría a que, como máximo, el precio de la leche incorporada a los mismos no podría superar los 0,20 euros el litro. Y, ante todas estas cifras, nuestros dirigentes, o sea los que marcan las reglas de juego en nuestro país, ¿qué han hecho¿ ¿Cómo van a actuar en el futuro? ¿Cómo pueden consentir que se utilice a España como el sumidero lácteo de Europa?
Ante esas prácticas, no es de extrañar que el consumidor español interiorice que esos precios representan el auténtico valor del queso cuando, en realidad, suponen una práctica cuyo objetivo no es otro que ganar cuota de mercado entre los consumidores españoles, a la vez que regulan sus excedentes de leche.
Competir en esas condiciones es poner a toda la cadena quesera, desde el ganadero a la industria, al borde de la precariedad y de la subsistencia, y en la que la sostenibilidad económica, social y medioambiental de estos dos eslabones al mismo tiempo se convierte en una quimera, si no se consigue romper este techo de valor entre todos los actores con la colaboración de la Administración.
Desde la Asociación Nacional de Fabricantes de Queso hemos puesto en conocimiento estos datos a las diferentes administraciones y, hasta la fecha, estas no han conseguido revertir dichos problemas, ni se han puesto a nivel político europeo las medidas necesarias para paliarlo. Este será uno de los retos a conseguir para la nueva administración que se ha creado en el 2020.
Esfuerzo y compromiso por parte de las industrias queseras no va faltar, como ha quedado demostrado a la hora de adaptarse en las relaciones con el ganadero, nuestro proveedor estratégico, a compromisos por escrito a largo plazo que se parecen poco, al tipo de relaciones contractuales que nuestros clientes practican con la industria, o a la hora de asignar conjuntamente con los ganaderos recursos importantes a través de Inlac para revertir, creemos que con éxito, la tendencia negativa del consumo de lácteos.
Por otra parte, si hay un sector lácteo dinámico en la exportación, éste es el quesero. Las cifras son elocuentes, multiplicándose por 2,6 las exportaciones totales de queso desde el comienzo de la década, lo que ha contribuido, de manera fundamental, a la importante reducción del atávico déficit comercial de la balanza exterior del sector lácteo. Pero incluso este dinamismo exportador del sector se enfrenta a importantes amenazas en un mundo en continuo conflicto comercial y en el que el sector agroalimentario, y especialmente el sector quesero español, se puede convertir en una víctima colateral sin tener nada que ver con el origen de estos conflictos. Las compensaciones, en forma de aranceles del 25 por ciento que Estados Unidos ha impuesto a nuestros quesos, suponen un duro golpe a todo el esfuerzo del sector, que ha conseguido que este país se convierta en el primer destino en valor de nuestras exportaciones de queso.
Otro asunto, no menor, al en los próximos años se debe de enfrentar el sector quesero español, es el nuevo sistema de codificación Nutriscor, en el cual, curiosamente, un alimento imprescindible en cualquier dieta a cualquier edad, por sus más que conocidas propiedades nutricionales, es injustamente tratado y calificado de poco recomendable. Se confunde al consumidor en aras de una simplificación en cuanto a la realización de la cesta de la compra del ama de casa. Esperemos que, más pronto que tarde, nuestros políticos se den cuenta de este error.
Como vemos, retos no nos faltan al sector, pero, al igual que en esta década que acaba hemos sido capaces de adaptar nuestra actividad al nuevo entorno, este sector, fuente de diversidad y diferenciación generadora de valor y parte fundamental de un tejido industrial lácteo español moderno, será capaz, con el apoyo y compromiso de Anfaque y Fenil, de afrontar con éxito los retos de competir y crear riqueza, tanto en el mercado español como en el exterior.
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